Carta a mí mismo

 

Carta a mi mismo.

 Siempre cuando escribo algo sigo un mismo patrón, suelo bajar a ras de las penurias. Coqueteo con el miedo, tanteo la depresión o simplemente hago compañía a la soledad. Pero cuando palpo el fondo sé que es el momento de subir.

 Busco las palabras adecuadas y con todas las fuerzas conseguimos salir a frote. En mi blog he escrito sobre la soledad, la mentira, enfermedad, depresión, avaricia, envidia, pobreza, violencia de género, sueños, política e incluso pequeñas anécdotas que me han ocurrido maquilladas por una tenue capa de ingenuidad e ironía.

 Hoy esta carta me la dedico en especial hacia mí.

 Hace ya veintiséis años que comencé un viaje en compañía de mi mujer. Hemos visitado varios lugares, en unos apenas de refilón en otros pasábamos largas estancias y en los últimos años cada día eran más frecuentes las visitas a la discusión y la indiferencia. Tanto pernoctamos que al final sin planearlo nos quedamos.

 La primera reacción es buscar culpables, o seguir encallados en la mentira para al final terminar a la deriva. Se hace difícil aceptar el fracaso pero más difícil es seguir sus pasos.

 

 La verdad es sencilla el viaje ha terminado. No podemos hacer participes a los hijos de este viaje que hace años dejo de ser de placer y se convirtió en padecer.

 Hace tiempo que por mi parte buscaba cien motivos para bajar a puerto, tanta pelea ya no la aguanta mi cuerpo.

 Ahora que estamos planeando viajes distintos a veces vienen a nosotros pequeñas burbujas que quieren invitarnos a seguir, pero como toda burbuja al acercarte se desvanece.

 

 Cada viaje tiene su peculiaridad y ahora en este toca llorar.

 Yo se que al saltar al mar y si encima poco sabes nadar en el fondo vas a terminar. Pero os digo la verdad, me da igual. Si hay algo cierto es que al final en el fondo también existe tierra.

 Presiento que pronto querrá  visitarme la ansiedad o quién sabe si su buen amiga la depresión. Me sale mal por ellas pues de mi nada sacaran, es mas puede que al final terminen peleadas entre ellas.

 

 Sé que cuesta mucho apearse de este viaje. Es comenzar de nuevo. Y justo es eso lo que necesitamos volver a empezar. No se Mary si leerás esto, pero como ya te he mencionado antes solo espero que vuelvas a viajar en compañía de la alegría, que saborees cada nuevo día. Yo reconozco que no puedo acompañarte en tu viaje, tu sabes que es alto el peaje. Se que no supe quererte y tal vez este sea el precio, perderte. Me quedo con todos los momentos vividos, los buenos y los malos, pues que son unos sin otros.

 Espero que algún día me perdones el haberte dejado sola en tu viaje. De verdad te digo que lo intente, pero no encuentro el amor olvidado que en algún puerto sin querer dejemos tirado.

 

 PD: Después de veintiséis años a veces pienso que triste finalizar así.

 Pero mucho más triste seria engañarnos y seguir así.

 

 Antonio J. Mascaro